En los últimos seis años, hemos visto la consolidación de estructuras gubernamentales diseñadas para atender las demandas de las mujeres. Fiscalías especializadas, secretarías, movimientos sociales y la creación de la Secretaría de la Mujer con Citlalli Hernández al frente han engrosado la burocracia con el argumento de garantizar la seguridad y el bienestar de las mujeres. Ciudad Juárez, una ciudad con altos índices de violencia, ha sido testigo de estas iniciativas, aunque paradójicamente, las cifras siguen mostrando que los hombres son las principales víctimas de homicidios, sin que su situación genere la misma respuesta institucional.
Cada 8 de marzo, miles de mujeres toman las calles exigiendo intervención estatal para su protección, promoviendo la creación de leyes e iniciativas para garantizar su seguridad. Sin embargo, la eficacia de estas políticas se pone en duda cuando el propio sistema que las impulsa también las traiciona.
Uno de los elementos más problemáticos dentro de la política mexicana es el «fuero», ese escudo que supuestamente protege a los legisladores de agresiones políticas, pero que también se ha convertido en una herramienta de impunidad. En términos legales, cualquier ciudadano debería tener el derecho a denunciar, ser escuchado y ver su caso esclarecido conforme a derecho. Sin embargo, en la realidad política, este derecho se ve obstaculizado por la inmunidad de ciertos funcionarios.
El caso de Cuauhtémoc Blanco es un ejemplo claro de cómo el fuero puede ser utilizado como una barrera para la justicia. El oficialismo no solo lo protegió, sino que también lo absolvió sin permitir el debido proceso. Así, el mensaje es claro: el «fuero» no es una garantía de protección contra abusos de poder, sino una herramienta que permite a los políticos operar por encima de la ley sin consecuencias.
El discurso de Claudia Sheinbaum sobre la llegada de las mujeres al poder con frases como «llegamos todas» y «es tiempo de mujeres» se desmorona cuando el propio partido no protege a las mujeres que no están dentro de su círculo político. ¿Dónde está el apoyo para aquellas que no forman parte de la estructura de Morena?
El caso de Blanco no solo evidencia la hipocresía del oficialismo, sino también la contradicción dentro de sus propias filas. En cuestión de días, hemos visto cómo el propio partido que prometió escuchar a todas las mujeres ha mostrado lo contrario. Morena, junto con el PRI, el Partido Verde y el PT, tendrán que dar explicaciones a sus propias militantes, porque la narrativa que vendieron en campaña se desmorona frente a la realidad.
Así que, la pregunta es: ¿Hasta cuándo permitiremos que el fuero siga siendo un manto de impunidad para la clase política mientras la justicia sigue sin ser igual para todos?