El telón se alza una vez más en el drama de la corrupción que parece estar entrelazado en los más altos estratos del poder. Un juego de dominó en el que cada ficha cae con estrépito, revelando escenas de abuso, opacidad y enriquecimiento ilícito.
El escenario inicial lo ocupó la alcaldesa Cinthia Marina, elemento del partido de Morena, quien se vio envuelta en un lamentable episodio de presunto peculado en Nuevo Casas Grandes. La confianza depositada en sus manos se desmoronó frente a acusaciones de desvío de recursos, manchando la integridad que se supone debe adornar a aquellos que lideran.
Ahora, las miradas se centran en el presidente municipal Cruz Pérez Cuellar, envuelto en un nuevo episodio turbio: el presunto enriquecimiento ilícito. Un relato que pinta una realidad lejana de la capacidad económica del cargo que ocupa. Una casa valuada en 30 millones de pesos emerge como el epicentro de un entramado difícil de justificar, más aún cuando ni siquiera el pago mensual de 260 mil pesos por concepto de alquiler encuentra asidero en sus ingresos declarados.
La carencia de respuestas congruentes, la ausencia de cifras sólidas que empaten con los ingresos oficiales y la falta de claridad en los recursos adicionales han dejado una espesa nube de dudas sobre la legitimidad de la compra de lo que muchos han llamado la «casa blanca».
¿Cómo hemos llegado a esta en-cruz-ijada? ¿Dónde quedó la responsabilidad y la transparencia? y la congruencia que «rige» el servicio público de los hoy llamados defensores de la 4T? Estos eventos son una bofetada a la confianza ciudadana, un atentado a la moralidad y un golpe a la legitimidad de quienes juraron servir al pueblo y llevar a México a una mejor 4T de Morena.
La sociedad clama por líderes íntegros, por servidores que encarnen los valores que prometen. La decepción y la desconfianza que generan estos casos socavan la fe en la política y desdibujan el horizonte de una gestión pública honesta y comprometida.
La partida de dominó parece continuar, cada ficha cae con estruendo, recordándonos que la corrupción se infiltra y corroe desde dentro. Urge un replanteamiento ético, un renacer de la transparencia y una exigencia inflexible de rendición de cuentas, que este gobierno y partido de Morena, pavonea.
No podemos permitir que el poder y el dinero arrastren los cimientos de la confianza y la esperanza de una sociedad que anhela y merece un liderazgo digno. El juego de dominó debe detenerse, y es hora de que quienes ostentan el poder vuelvan a recordar a quién sirven y por quién deben rendir cuentas.
La ciudadanía demanda, con justicia y razón, la claridad que estos tiempos turbulentos reclaman. Es tiempo de ser testigos de un cambio real y tangible, donde el poder se ejerza en favor del bienestar común, no de intereses individuales. La esperanza resplandece en la acción honesta y la rectitud moral que nuestros líderes deben encarnar.
Este dominó de la corrupción debe ser detenido cuánto antes, y el poder debe ser ejercido con responsabilidad, ética y transparencia. La confianza de la ciudadanía, esa piedra angular de la democracia, no puede seguir siendo vulnerada. Es hora de un giro de juego, un cambio de paradigma que coloque la integridad y la honestidad en el centro del tablero.
LATA