El avance de Morena en Ciudad Juárez ha traído consigo una agenda que, lejos de defender a los sectores más vulnerables, ha puesto en riesgo la vida de los más inocentes: los niños por nacer. En un acto de hipocresía y desprecio por la vida, las diputadas locales de este partido han impulsado y celebrado reformas que permiten el aborto, promoviendo con cinismo la muerte de quienes no tienen voz para defenderse.
El aborto no es un triunfo ni un derecho, es la manifestación de un Estado fallido que, en lugar de proteger y apoyar a la mujer en situaciones de vulnerabilidad, le ofrece como única solución acabar con la vida de su propio hijo. En lugar de políticas públicas que ayuden a madres en condiciones difíciles, Morena y sus representantes han optado por alentar la cultura de la muerte, disfrazándola de una supuesta libertad y progreso.
Mientras la inseguridad y la violencia siguen azotando las calles de Ciudad Juárez, las diputadas de Morena han decidido priorizar la agenda del aborto, mostrando pañuelos verdes con orgullo, riendo y celebrando en el Congreso como si estuvieran logrando un avance social, cuando en realidad están permitiendo que miles de vidas sean eliminadas con el amparo de la ley. Sus vestiduras están manchadas con la sangre de inocentes y su complicidad con esta ideología las convierte en responsables directas de cada niño que deja de nacer.
Esta es la verdadera cara de Morena: un partido que no solo traiciona a los juarenses con promesas vacías, sino que también se burla de los valores fundamentales que sostienen a la sociedad. No es sorpresa que quienes hoy impulsan estas reformas sean las mismas que han dado la espalda a la seguridad, a la educación y a las verdaderas necesidades del pueblo. Mientras celebran el aborto, ignoran a las madres que requieren apoyo, a los niños en situación de pobreza, y a los ciudadanos que exigen justicia y bienestar.
Ciudad Juárez no puede permitir que este tipo de políticas sean las que definan su futuro. La sociedad tiene el deber de alzar la voz contra esta agenda destructiva y exigir a sus representantes un verdadero compromiso con la vida, la familia y la dignidad humana. No podemos permitir que la cultura de la muerte avance bajo el disfraz de los derechos y la igualdad. El derecho más fundamental de todos es el derecho a vivir, y defenderlo es una lucha que no puede detenerse.