Un ejército se mide no solo por la cantidad de soldados, sino por su disposición a luchar. En el gobierno del estado de Chihuahua, con Ciudad Juárez como frente principal, contamos con un ejército completo: trabajadores de gobierno, encargados de área, líderes de secretarías y figuras públicas con poder y responsabilidad. Sin embargo, este ejército parece haber olvidado para qué fue convocado. Como si estuvieran replegados en sus trincheras, estos soldados han decidido no tomar los rifles ni levantar las redes sociales para defender a los ciudadanos de un enemigo común llamado Morena.
El enemigo liderado por Cruz Pérez Cuéllar ha demostrado ser más hábil en el campo de batalla. Mientras tanto, el ejército estatal, con todos los escaños heredados de guerras políticas pasadas, se hunde en la inacción, incapaz siquiera de organizar una estrategia defensiva. El rifle, en este caso, no es un arma de fuego, sino la capacidad de comunicación, de acción, de trabajo directo con la ciudadanía. Sin embargo, en lugar de usarlos para combatir el populismo que ha invadido el tejido social de Juárez, los rifles se emplean como soporte de puertas, y las redes sociales, como escaparates de selfies y eventos vacíos de contenido.
¿Cómo explicarle a las nuevas generaciones que el ejército que debería liderar la batalla contra la corrupción y el abandono no puede tirar ni una piedra para enfrentar la avalancha que se avecina en 2027? ¿Cómo formar nuevos reclutas, nuevos líderes, cuando los veteranos han olvidado las reglas del juego? «Por una patria ordenada y generosa, y una vida mejor y más digna para todos», dice el lema del PAN, pero ¿quién está dispuesto a luchar por esa promesa en el estado de Chihuahua?
Hoy, ese ejército se encuentra dividido entre oficinas y escritorios. Muchos levantan un dedo para delegar responsabilidades, pero pocos levantan la voz para actuar. La lucha que se avecina no será solo política, sino social, económica y cultural. El populismo de Morena ha aprendido a camuflarse entre dádivas y programas sociales que solo perpetúan la dependencia. Mientras tanto, quienes deberían defender el progreso y la libertad observan desde la comodidad de sus oficinas, como si el tiempo les perteneciera.
Lo más preocupante es la ceguera ante la crisis actual. Los ciudadanos de Juárez viven en un contexto de inseguridad, abandono y falta de oportunidades. Y aunque desde los escritorios del gobierno estatal se ven banderas azules ondeando, esas mismas banderas parecen deshilachadas y olvidadas. No basta con recordar los valores de la libertad, la familia y la dignidad humana; es momento de actuar y enseñar a las nuevas generaciones que el enemigo debe enfrentarse con convicción y valentía.
El PAN, como partido, debe recordar que su misión es estar con la gente y para la gente, no solo para mantener cargos y tradiciones, sino para combatir el populismo que amenaza la esencia misma de esta ciudad trabajadora y próspera. Como dijo alguna vez Manuel Gómez Morín: “La lucha será ardua y difícil, pero será nuestra eternidad”. Sin embargo, si este ejército no reacciona pronto, esa eternidad se verá reducida a la derrota inminente en el 2027.
Es tiempo de despertar, de reorganizar filas y de tomar los rifles metafóricos que la ciudadanía ha puesto en nuestras manos. El futuro de Juárez no puede estar a merced de la inacción, porque, como dice otro de los principios panistas: “El poder es para servir, no para servirse”. Si el ejército no lucha hoy, mañana puede ser demasiado tarde.