La crisis de la ideología de género es un intento descarado de distorsionar la realidad y manipular a la sociedad. Esta agenda perversa nos trata como si fuéramos estúpidos, intentando forzar la aceptación de mujeres que se creen hombres y hombres que se creen mujeres, socavando así la estructura y los valores de la familia.
La reciente inauguración de los Juegos Olímpicos de París es un claro ejemplo de esta perversión. La ceremonia, que incluyó a drag queens y fue denunciada por el presidente turco Recep Tayyip Erdogan como un ataque al cristianismo, y calificada de «vergonzosa» por el expresidente estadounidense Donald Trump, es un intento descarado de imponer esta agenda en la conciencia pública. La inclusión de elementos como drag queens y alusiones a la última cena cristiana no solo causó indignación en sectores conservadores, sino que también mostró cómo se está utilizando un evento deportivo global para promover una narrativa ideológica específica.
El caso de la boxeadora argelina Imane Khelif es otro ejemplo de cómo esta ideología distorsiona la verdad y la justicia. Descalificada por la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) debido a su intersexualidad, Khelif presenta cromosomas XY y altos niveles de testosterona. Estos hechos biológicos le otorgan una ventaja injusta sobre sus competidoras. Sin embargo, se nos intenta convencer de que esto es normal y aceptable, a pesar de que, biológicamente, es un hombre compitiendo contra mujeres.
Este tipo de manipulación no solo distorsiona la verdad biológica, sino que también erosiona el valor y significado de la familia y del individuo. La ideología de género pretende infiltrarse en todos los ámbitos, incluso en las oficinas gubernamentales, promoviendo una confusión que busca deconstruir al individuo y la familia.
En los Juegos Olímpicos de París 2024, Khelif compitió contra Ángela Carini, una mujer biológica, y la derrotó en solo 46 segundos. Este espectáculo grotesco evidenció la falacia de la autopercepción como criterio para definir el género. Agustín Laje, escritor y politólogo argentino, cuestionó dónde están las feministas que defendían la autopercepción, subrayando cómo la realidad se impuso a la ideología cuando una mujer biológica fue arrollada por alguien con ventajas físicas masculinas.
La Iglesia también ha expresado su preocupación. El Papa Francisco, en el 2023, advirtió que la ideología de género es «peligrosísima» porque anula las diferencias que enriquecen a la humanidad, promoviendo una homogenización que va en contra de la vocación humana.
Esta crisis de la ideología de género no solo afecta al deporte, sino que tiene repercusiones profundas en la salud mental y el desarrollo de los individuos. Permitir que esta narrativa se imponga sin cuestionamiento abre la puerta a una sociedad donde la verdad es relativa y los derechos de unos pocos prevalecen sobre el sentido común y la justicia para todos.
El caso de Imane Khelif y la controvertida inauguración de los Juegos Olímpicos de París son un llamado de atención. No podemos permitir que una ideología que niega la ciencia y la realidad biológica imponga su agenda en nuestras vidas. Es hora de defender la verdad, la familia y la dignidad del individuo frente a estas perversiones que solo buscan desestabilizar nuestra sociedad. La ideología de género es una amenaza real que debemos enfrentar con valentía y convicción para proteger los valores y principios que garantizan una sociedad justa y equitativa.